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Crónicas de Arkadia

Por María Jesús I. Alba 02 feb, 2024
Tratar de escribir sobre Jung es tarea harto difícil, dado que uno se pregunta sino se ha dicho todo sobre su vida y su obra, sobre sus enigmas y sus investigaciones… pero, tal vez, al intentarlo, nos damos cuenta una vez más que su figura se agranda y se transmuta, se esconde y se evidencia, en una manifestación que parece querer transmitirnos un mensaje críptico que, como el mismo decía, “sólo lo comprenden los poetas”. Y estamos casi seguros que no se refería al concepto de poeta en el que todos pensamos. No obstante, y a pesar de todo lo dicho, merece la pena no tan solo repasar su vida sino su transmisión, un legado que podría decirse era infinitamente más grande que el pensamiento no sólo de un ser humano, sino de la humanidad misma. Como si él tuviera como destino conectar con el propio “sí mismo” del universo que se reflejaría como una emanación solar en el “sí mismo” de todos los hombres. Hay algo sobre lo que no se hablado mucho a la hora de hacer una narrativa de este psiquiatra –diríamos más bien filósofo- suizo. Y es algo que impulsa todo su trabajo, que subyace en el fondo de sus motivaciones, y es su preocupación por el dolor y el sufrimiento de las personas, no tan sólo en los procesos patológicos sino en la esencia misma de la vida. El dolor de vivir, el sentido de la vida, la motivación, la finalidad del ser. Comprender la naturaleza de este sufrimiento despierta en él una pasión -divina patio- que es el impulso primordial de todo su trabajo y de su mismo existir. Hay algo en él que impresiona profundamente: su espíritu de fidelidad a sí mismo y maravillosamente expresada en una confesión casi íntima a sus personas de confianza: “Si es cierto que reencarnamos no desearía vivir otra vida que no fuera como ésta”. ¿Y cómo podemos relacionar a Jung con lo simbólico? ¿con ese paradigma de lo simbólico que representa la narración de toda la existencia de la humanidad en general y de la suma de circunstancias que configuran la vida de un ser humano en particular?. Si podemos explicarlo, nos será relativamente fácil comprender el por qué del nacimiento de nuestra asociación y de sus objetivos. La palabra símbolo refiere al hecho de llevar algo, de guardar algo, y presenta dos elementos fundamentales: lo externo, lo visible, que es el contenedor, el que contiene. Y lo interno, lo guardado, lo invisible, el elemento profundo y que es lo más importante. El símbolo, lo simbólico nos rodea existencialmente. Nada de lo que atañe al ser humano, la naturaleza y el universo “No es símbolo”. Desde los números, las notas musicales, los colores, los rostros, las estrellas y los planetas que danzan en el cosmos. Ya los filósofos de la antigüedad clásica explicaban que todo en la naturaleza es simbólico, desde el hombre, cuya apariencia externa es el contenedor con el que el alma se representa, se manifiesta en el mundo de las formas, hasta la piedra, o el árbol cuya forma visible es la necesaria y adecuada para la manifestación del espíritu del árbol y de la piedra. Y lo mismo podríamos decir de las palabras y su relación con los pensamientos o las notas del pentagrama y su relación con los sonidos musicales. Pero basándonos en estas descripciones, también nos damos cuenta que el símbolo encierra una posibilidad que justifica su objetivo. Es su capacidad de ser activado, es decir abrir la puerta para que se manifieste aquello que contiene. Y eso es lo que consciente o inconscientemente hace la humanidad. Pero existe un factor muy importante en él y del que el principal responsable es el hombre. Independientemente de la verdadera esencia del símbolo, está la finalidad e interpretación que aquél le da. Así esa fuerza y poder del símbolo puede ser empleada en su aspecto luminoso –llamémosle bien- o en su aspecto oscuro –llamémosle mal. ¿Dónde estaba la clave para activar ese poder del símbolo? Pues en el propio símbolo y su significado. Pero no vamos a hablar ahora de esa posibilidad, sino de otro aspecto del símbolo determinante por su importancia, y son las limitaciones y condicionantes que a la manifestación del símbolo le ponen las circunstancias históricas y geográficas, es decir el espacio y el tiempo. Para Jung el símbolo, en su dinámica, expresa una realidad desconocida, que al encontrar su expresión en símbolo no resulta por ello más conocida. Para él lo que contiene el símbolo procede de la propia memoria de la especie, y, más trascendente aún, de la vida en sí misma. “El símbolo siempre oculta una realidad compleja, tan fuera de toda expresión verbal que no es posible expresarla en acto” (C.G. Jung). Esta idea nos lleva a considerar que hay una acción a realizar sobre el símbolo: descifrar su significado. Para él es un indicador de una realidad que se oculta y su carácter enigmático y mistérico reside en su riqueza de sentido –contenido- que determina su ausencia de claridad –su carácter críptico- (C:G: Jung). El símbolo, desde el punto de vista junguiano totaliza, reunifica toda la experiencia psíquica, lo consciente y lo inconsciente, lo futuro y lo pasado, lo mental y lo emocional, en una realidad presente, actualizada y total. El símbolo para Jung transciende lo racional para llevarnos a los arquetipos, dándonos la totalidad. Siendo así el símbolo el medio que nos es otorgado para captar lo arquetípico.. ¿Le otorgaría así el símbolo la posibilidad al hombre de caminar de lo humano a lo divino como en una especie de puente sobre el abismo insondable del Gran Misterio?. Deberíamos hacer un breve recorrido conceptual sobre los principios que Jung postuló, pero necesitaríamos, como dice el proverbio indio, “hacer el camino con los mocasines del prójimo, durante tres días…”. Así, con humildad y libertad intentaremos caminar con los zapatos de Jung, o, al menos seguir sus pisadas. Es decir no temer los oscuros misterios del espíritu, comprender y respetar lo místico y lo mágico como otro aspecto de la realidad pero sin que por ello neguemos la experiencia empírica. Jung fue, no solo un terapeuta de la psique, sino “un sanador de almas y un sanador de la cultura” [1] , su sabiduría el resultado de recorrer el camino hacia la tierra de las sombras, al reino subterráneo, donde habita el conocimiento secreto del alma, y a ello nos invita, aunque sea necesario trascender el mundo de lo razonable, ya que como él mismo decía “…nuestra representación del mundo sólo concuerda con la realidad cuando lo irrazonable, lo improbable tiene cabida en ella”. “Lo improbable es la verdadera vocación, el auténtico destino del ser humano. Podemos afirmar que esta es la vocación que nos hace humanos y cuando la despreciamos o ignoramos somos menos humanos. Los árboles, las flores, los pájaros y los animales que siguen su destino son superiores al hombre que traiciona el suyo” [2] . Vivió experiencias brillantes que podríamos clasificar, de una manera simplista, en pertenecientes al mundo angelical, y otras oscuras y profundas, patrimonio del mundo de los “daimons”, tanto en forma como en contenido. Diríase que en la obra de Jung los dioses caminaron de nuevo con los seres humanos. [1] Holler, Stephan A. “Jung Gnóstico” [2] Holler, Stephan A. “Jung Gnóstico ”
Por María Jesús I. Alba 02 feb, 2024
El sueño de C. G. Jung o la Torre en Bollingen Esta es la crónica de un viaje largamente deseado y planificado con cuidado y respeto a la memoria de Carl G. Jung. En el año 1923 C.G. Jung compró un terreno a orillas de lago Zurich donde planeó construir una edificación en piedra, en su mayor parte con sus propias manos que, de alguna manera representara el proceso alquímico del viaje y transformación hacia el interior de sí mismo, que representara el proceso de Individuación de su experiencia como ser humano. El terreno pudo adquirirse por poco precio, ya que está situado en un pequeño pueblo llamado Bollingen. Había dos condiciones destacadas en su proyecto. Necesitaba que estuviera al borde del agua, ya que para él representaba la clave de la vida y, tal vez también el mundo psíquico e incluso del alma. Decir que la Torre semejaba la estructura de la psique es quedarse cortos, si acaso, el largo y difícil proceso del ser humano para transitar el sendero heroico de la vida y sus pruebas para llegar a su Centro (el Sí Mismo) y recuperar la memoria de su seidad, es decir su propia divinidad olvidada. El otro deseo en la construcción tenía relación con su extraña relación con el mundo medieval. Así que decidió construirla siguiendo un esquema de orientación medieval. Y habría sido más acusado si su esposa, Emma, no hubiera puesto un cierto freno a sus diseños medievalistas. (¡Un poco de lógica, Carl!). Si bien la finca, la compró en el año 1922, la Torre empezó a ser construida en 1923, el mismo año de la muerte de su madre y empezó con una estructura básica de una torre circular de dos pisos, a intervalos de cuatro años, es decir en 1927, 1931 y 1935 fue añadiendo partes que se unían e interconectaban entre sí. La Torre situada a orillas del lago de Zurich está rodeada de campo y árboles y la finca se amplía a un terreno de árboles que también pertenece a la familia. La reja que la cierra tiene el cartel de “propiedad privada” pero no está cerrada por lo que puede accederse al terreno que rodea la edificación. La familia de Jung usa la torre como lugar de recreo o esparcimiento, turnándose los diferentes grupos familiares para disfrutar de ella y estuvo cerrada al público hasta hace relativamente pocos años. En la actualidad puede visitarse en visita privada que debe concertarse previamente y solamente dos veces al año y en el periodo de dos semanas, el resto del tiempo permanece cerrada al público. Está muy cuidada y bien conservada, tal como la fue construyendo Jung, y ocupa un lugar muy agradable en plena naturaleza, otro de los profundos intereses del famoso médico. Cuando realicé la visita era octubre, la última semana de mes y milagrosamente, ese día dejó de llover y el clima se presentó con intervalos de sol y nubes. Teníamos concertada la visita para las tres de la tarde. Habíamos alquilado un coche y esperamos en las afueras de la finca ya que había otro pequeño grupo de visitantes. La persona que nos recibió fue el nieto de Carl G. Jung, el más joven de ellos según nos contó. Extraordinariamente amable y continuamente sonriente. Nos facilitó la entrada al primer patio del edificio donde nos sentamos a escuchar las explicaciones que nos dio sobre la historia del proyecto de la construcción, de los intereses e intenciones de su abuelo y, de las primeras informaciones que nos facilitó es que él no tenía ningún conocimiento de psicología, y muy sonriente indicó que la única condición que tenía era ser nieto de C.G. Jung. Para él no era un semidios, sino su abuelo. Creo que en ese momento nos acercamos a una imagen real y auténtica de Jung, mucho más cercana que la que teníamos en nuestros estudios sobre él y su obra. Casi podríamos decir que percibíamos al hombre de familia trabajando y compartiendo con su esposa, atendiendo a sus hijos y posteriormente a sus nietos sin que por ello dejara de ser el extraordinario terapeuta e investigador de la psique humana, el constructor de la Torre, el alquimista, el hombre a la búsqueda del encuentro con su alma, señalando el camino para los que también querían desentrañar el misterio de lo divino y sentir la trascendencia de la vida. Muchas de las cosas que nos iba contando sobre su abuelo ya teníamos conocimiento de ellas por nuestros estudios sobre él, pero escucharlas de uno de sus descendientes directos le añadía un toque de realidad y humanidad, acercándonos de una manera más palpable al hombre al mismo tiempo que al investigador y terapeuta. “Nuestro guía” contó de las anécdotas en los inicios de la construcción, la relación con los profesionales de la albañilería que colaboraron dando forma al proyecto de su abuelo y el episodio de la famosa piedra cúbica que posteriormente tallaría con imágenes y textos alquímicos. Cuando se la trajeron a través de las aguas del lago se dio cuenta que no era la que había encargado pero cuando le ofrecieron rectificar el error, cambiándola, quizá comprendió que el destino había escogido para él este otro bloque de piedra y decidió quedárselo. Ubicada en el recinto de la Torre pero en el exterior se asienta frente al lago en un bello rincón de la finca. Ofrece misteriosos grabados y texto realizados por el mismo Jung y relacionados con sus trabajos e investigaciones sobre Alquimia. Tallado en la cara que mira al lago “Yo soy un huérfano, sólo; No obstante, se me encuentra por todos los sitios. Yo soy Uno, pero me opongo a mí mismo. Soy joven y anciano al mismo tiempo. No he conocido ni padre ni madre, ya que se me tiene que sacar de las profundidades, igual que un pez. O, a veces, caigo del cielo como una piedra blanca. Voy deambulando por los bosques y las montañas, pero estoy escondido en lo más profundo del ser humano. Para todos soy mortal, no obstante el cambio de tiempo no me afecta”. Tallado en la cara que mira a la montaña “Aquí está la piedra, poco vistosa. En lo referente al precio, es barata. Despreciada por los tontos, para ser amada tanto más por los que saben.” En recuerdo de su aniversario de 75 años, en agradecimiento C. G. Jung lo ha hecho y colocado en el año 1950. Tallado en la tercera cara de la piedra cúbica “El tiempo es un niño, jugando como un niño que juega un juego de tablero, el reino del niño. (Esto es) Telesphoros, transmigrando las regiones oscuras del cosmos y como una estrella destellando desde la profundidad. Muestra el camino hacia los portales del sol y hacia la tierra de los sueños”. Este texto está escrito en alemán pero el nieto de C. G. Jung que nos acompaña nos ofrece una traducción al español que nos permite fotografiar y que es el texto que hemos indicado. Conviene señalar que los descendientes de C. G. Jung han formado un consorcio que ha dado lugar a la fundación C. G. Jung y Emma Jung, cuya finalidad es conservar el patrimonio, obra y legado del matrimonio Jung, así como velar por la preservación de los textos de sus enseñanzas. En la medida que continuamos nuestras conversaciones vamos comprendiendo de una manera más real la importancia que tuvo Emma en la vida y obra de su esposo y la influencia decisiva en la familia. No en vano en sus exequias, un devastado Jung dijo de ella: “Era una reina”. Emma era el Alter Ego de Carl. Prácticamente desde el principio de su relación no sólo escuchaba atentamente todo lo que su esposo le contaba de sus pacientes, sino que su interés y conocimientos sobre la psicología fue integrándose en ella, constituyendo una profunda formación psicoterapéutica, y con el correr de los años mantuvo correspondencia con Freud y otros psicoterapeutas, sustituyó a Jung en conferencias y acciones profesionales cuando él estaba de viaje, investigó no sólo en la temática de la obra de su esposo sino que lo hizo también por sí misma. Es conocido su trabajo de investigación sobre el Mito del Grial y sus conferencias sobre el Ánima y el Ánimus. Al mismo tiempo dio a luz a cinco hijos, (cuatro hijas y un hijo), supo reunir y velar por la familia que se iba extendiendo con nietos, reuniendo a todos los miembros en la amplia sala-comedor de su casa de Kusnach y que hoy se puede visitar ya que está integrada en la parte de la casa abierta al público como Museo. Pero sigamos con la Torre. Si bien en un principio fue sólo una torre circular con el paso del tiempo Jung fue añadiéndole nuevos anexos, en periodos de cinco años, hasta anexionarle finalmente el piso superior en el año 1955, época en la que falleció su esposa. En el interior del recinto pueden apreciarse diferentes tallados en las piedras del edificio realizados por C. G. Jung. Nos llama especialmente la atención el grabado de una serpiente devorando un pez. Según su nieto, el mensaje es que ambas criaturas murieron en el proceso. Pensamos que la serpiente es un símbolo antiquísimo relacionado con el conocimiento superior sobre el misterio de la vida para los humanos y el pez en su libro Aion y en otros escritos, Jung lo relaciona con la era de Piscis. No obstante, no queremos hacer conjeturas sobre el sentimiento y la idea del autor en el momento que lo realizó. En la pared que está a la izquierda de la entrada hay un grabado muy especial, el que realizó como homenaje y memoria a su esposa, Emma. Como detalle entrañable, su nieto nos indica una pequeña fractura en la esquina derecha y que, en efecto, sucedió en la realización del grabado. Solamente puede visitarse el interior de la planta baja, que consiste en una amplia sala donde hay una mesa central rodeada de sillas que son originales, un hogar en el lateral donde se preparaba la comida, así como alacenas en los laterales que contienen menaje y utensilios para la vida cotidiana. Llama la atención la estrechez de las ventanas, muy similares a las de los castillos medievales desde donde se podrían realizar los ataques defensivos con flechas y otros proyectiles pero estando los arqueros y soldados protegidos ante los ataques del exterior, ya que la invisibilidad delos mismos hacía prácticamente imposible poder herirlos desde el exterior. La necesidad de Jung en la transmisión a través del lenguaje simbólico puede confirmarse en las pinturas que realizó en algunas de las paredes de esta sala-cocina. No hay agua corriente en el interior, pero en el lateral de la puerta de entrada a la misma hay una bomba antigua que proporciona agua mediante bombeo. Y tallada en la piedra al lado la famosa frase “Vocatus atque non vocatus deus aderit” [1] que también encontraremos en el frontispicio de su casa en Küsnach. El señor Hoerni, nuestro guía y nieto de C. G. Jung nos explica que el piso superior se encuentra habilitado para la familia cuando los diferentes grupos familiares vienen a disfrutar de días de vacaciones, está amueblado con literas y es un recinto privado. Para acceder es necesario abrir una trampilla en el techo de la sala de la planta baja. Una vez traspasada la puerta de entrada a la finca hay un espacio descubierto que podría considerarse un amplio patio, a la izquierda una especie de terraza cubierta con pinturas en el techo que representan escudos y símbolos pertenecientes a las familias tanto de C. G. Jung como de su esposa. El pequeño grupo de visitantes nos sentamos alrededor del Sr. Hoerni que comenzó a enseñarnos fotos referidas a su abuelo, destacando una del barco con altas velas de color rojo regalo de su esposa Emma. Fue un espacio de tiempo muy agradable y relajado, escuchando anécdotas y acontecimientos del famoso médico no narrados en los libros. Su nieto, que en ningún momento perdió su sonrisa, contestó amablemente a todas nuestras preguntas e incluso nos expresó que el encuentro con personas de diferentes lugares del mundo que llegaban para visitar los lugares emblemáticos de su abuelo y admiradores de su obra, era para él una agradable experiencia por la diversidad de los encuentros. Aunque también nos indicó que las restricciones sobre realizar fotografías en el interior del edificio se debían a desagradables experiencias del pasado, en las que algún visitante había hecho fotos y filmado sin permiso y la familia no desea que este material circule libremente por internet. Comprendemos el deseo de la familia Jung y agradecemos la amabilidad de dejarnos realizar libremente todas las fotografías que deseemos de la finca exterior, donde se hayan las piedras talladas por C. G. Jung con profusión de símbolos y textos alquímicos citados más arriba. Finaliza nuestra extensa visita con la impresión de habernos acercado al legado de un ser humano extraordinario y que, como los antiguos sabios de la humanidad dejó su mensaje no sólo en papel, sino en piedra para toda apersona que sienta la necesidad de trascender "el espíritu de los tiempos" y acercarse al "espíritu de las profundidades". [1] “Evocado o no, el dios está presente” Esta frase en latín, Jung la tomó de una edición de Collectaneas adagiorum de Erasmo de Rotterdan que, a su vez, parece haberla tomado del Oráculo de Delfos, respuesta que el dios dio a los espartanos cuando hicieron la consulta sobre la Guerra del Peloponeso. Jung la tenía grabada tanto en su casa como en la torre para recordase a sí mismo y a las personas que trataba o enseñaba que la idea de lo divino y trascendente es el principio de la sabiduría. “Jung fue uno de los nás destacados psicólogos modernos en afirmar valores religiosos”. Sonu Shamdasani, Cult Fictions, op.cit., p. 10 [i] Esta frase en latín, Jung la tomó de una edición de Collectaneas adagiorum de Erasmo de Rotterdan que, a su vez, parece haberla tomado del Oráculo de Delfos, respuesta que el dios dio a los espartados cuando hicieron la consulta sobre la Guerra del Peloponeso. Jung la tenía grabada tanto en su casa como en la torre para recordase a sí mismo y a las personas que trataba o enseñaba que la idea de lo divino y trascendente es el principio de la sabiduría.
Por Maria Jesus Iglesia Alba 29 mar, 2019
EL RELOJ, EL TIEMPO Y EL DILEMA Soy redondo, pero podría haber sido cuadrado, aunque mi forma poco importa, lo que interesa a todo el mundo es lo que hago: Yo marco el tiempo. Muchos dirían que mido el tiempo, pero eso no es correcto, porque el tiempo no puede medirse, no porque sea elástico o curvo, como han tratado de definirlo, sino, sencillamente, porque el tiempo es una ilusión de la eternidad. Por eso digo que yo marco el tiempo, que no es sino una forma de estrategia. Dirían de mí que “soy de pulsera”, porque se me ubica en la mano. Tengo doce números, distribuidos en círculo para marcar hasta veinticuatro horas, mil cuatrocientos cuarenta minutos y ochenta y seis mil segundos, todos ellos como partes de esa estrategia. Soy igual para todos, y eso es justo. No hay nada que escape de mi inexorabilidad, cuando marco el tiempo de la novia y el tiempo de la anciana, el tiempo del primer diente y la primera arruga, del nacer y del morir, del dolor y la enfermedad, el tiempo de la alegría y la risa… en fin, de todo aquello que los seres humanos desean o temen. Cuando a través de mí ven a Saturno, gestando y devorando. Donde tal vez me comporto de forma diferente es cuando marco ese otro tiempo al que pocos consideran. Me refiero al tiempo propicio, el tiempo en que los hombres se vuelven dioses para alcanzar sus metas, el tiempo de la generosidad y la inteligencia, el tiempo en el que se vencen las dificultades y la conciencia se expande, el tiempo en el que se trabaja para hacer un mundo un poco mejor, el tiempo en el que se comprende el “sentido del tiempo” y se percibe entonces la inmortalidad consciente, porque ese tiempo lo elige voluntariamente cada persona y entonces, en mí, ven a Kairós. Me siento orgulloso de lo que soy, porque los humanos no dejan de contemplarme y sé que marco sus decisiones, la actitud que eligen y lo que hacen… entre el tiempo inexorable y el tiempo propicio. ¿Y tú? ¿Qué tiempo quieres que marque para ti?
En nuestro blog iremos insertando artículos, actividades, crónicas de viaje y fotografías
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